Ya empiezo a tener una edad que no se puede decir, a pesar de todo todavía me sigo sintiendo joven y en forma, a pesar que cada día los entrenamientos me cuestan un poco más e incluso aparecen dolores donde nunca antes habían existido, e incluso últimamente he descubierto analgésicos, calmantes y demás pócimas que incluso desconocía de su existencia. Hoy voy a hablar de los viejos rockeros, decían que “nunca morían”, pero de vez en cuando y solo de vez en cuando alguno de los rockeros, saltan de nuevo al candelero, no es otro de que a mi parecer es y perdón por la expresión “el mejor jugador de tenis que haya existido nunca”, pido perdón por mi querido Rafa Nadal, pero lo siento Rafa, tú te has criado con otros jugadores pero yo me he criado tenísticamente hablando con él, con la bestia checa, con IVAN LENDL, ese tipo desgarbado, que llevaba una camiseta con unas rayas rojas o azules, que tenían un montón de tics, como por ejemplo, terminaba arrancándose las pestañas, ese jugador que nos ha bridando junto a Macenroe, grandísimas tardes de tenis, y me acuerdo de aquellas finales de Roland Garros, en las cuales empezaba a la doce de la mañana y terminaban a las nueve de la noche, entre golpes, drives y smashs, reveses y saques de ambos, que te dejaban pegado al televisor durante toda la tarde del domingo.
Ivan Lendl, fue durante mi juventud mi ídolo tenísticamente hablando, el jugador perfecto, no era demasiado virtuoso, pero con el contrario era un martillo el cual arrasaba. Hoy en internet he visto que ha vuelto en una exhibición, contra su gran rival Mac, esos partidos que rememorábamos en nuestras pistas de tenis hechas con una cuerda y unos sacos, y unos botes de pelotas re-reutilizados.
Quizás la vida pase, quizás sea verdad que el tiempo pasa y no vuelve más, quizás cada día nos hacemos más mayores e incluso que alguno se haga viejo (no es mi caso), pero lo que nunca pasará serán aquellos recuerdos de juventud donde al salir de clase jugábamos al tenis emulando a Lendl, o a Macenroe, o a Connors, jugando en aquella improvisada pista hasta que la noche os lo impedía.
Que malo es hacerse mayor, o que bueno, no sé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario